viernes, 23 de enero de 2009

Gris

Todos los colores se han vuelto gris plomizo. Opaco, impenetrable, denso, frío. No queda esperanza en el futuro, y el pasado mejor parece haber sido sellado y guardado bajo siete llaves custodiadas por todos los abismos. No queda azul cielo, ni amarillo canario, ni rojo pasión, ni verde mar. El cielo ya no llueve de alegría para los campos, sino lágrimas lentas y cansinas por nuestra ceguera de colores.
Y las miradas han cambiado, sin nostalgia, sin deseo, sin vida. Yendo de un lado a otro guiados por la rutina, el quehacer, parece que lo hubiéramos hecho así desde el principio de los tiempos. Ya nadie recuerda que hasta hace poco abrazábamos a un amigo, besábamos a un niño, o sonreíamos a un perro que nos miraba curioso. Pero lo hicimos. Ya nadie piensa en barquitos de vela, ni en comida para los patos del parque. Ya no hay patos en los parques. Ahora un parque es un lugar sombrío, callado y triste, vulgar como un estanco.
De pie, quieta, tan gris como la esquina de cemento en que me apoyo, escucho los pasos de gente con mirada perdida, con mente hueca, corazón vacío, oídos sordos. Y los pasos retumban con un eco borroso al que no hacen caso, pero yo escucho el eco de zapatos pasados, zapatos de tacón corriendo bajo la lluvia, dos lentos y arrastrados pares de zapatillas deportivas de una pareja adolescente que trata de eternizar el camino que los lleva a separarse, botas de infantes con paso irregular.
De pie, quieta, tan gris como la esquina de cemento en que me apoyo, me pregunto si queda alguien más que vea, escuche o sienta. Sé que nos reconoceremos la mirada, ésa que los demás achacan a la perturbación mientras me miran con condescendencia sacudiendo apenas la cabeza. Es curioso, pero sólo yo sé que son ellos quienes merecen mi lástima. Yo amé una vez, y vi todos los colores del arco iris, y sentí el mar gélido en mi piel y me devolvió a la vida, y me subí a una azotea y quedé a merced del viento, y grité en un acantilado. Fue tal vez sólo un sueño, pero fue mío. Fue un sueño que me diferencia, que me da una existencia peculiar, única, incomprendida, pero viva. Viva de verdad.

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