viernes, 13 de febrero de 2009

Escribir

Poca gente conozco para quien su pasión sea al mismo tiempo su principal causa de frustración. Yo quisiera escribir, pero me resulta cada vez más evidente que no estoy dotada para ello. No quiero decir que no conozca las palabras, o la forma de unirlas, porque ese punto soy capaz de admitirlo. Lo que no sé es qué decir. Llevo media vida escribiendo sobre mi incapacidad para hacerlo. Siento que he de tomar una decisión, y pronto.
¿Sería capaz de resignarme a escribir únicamente cuando tengo que hacerlo? Probablemente, pero ¿sería feliz haciéndolo? Lo dudo mucho. La decisión parecería clara si no fuera igualmente infeliz escribiendo. Es como una condena a cadena perpetua firmada por propia voluntad. ¿Puede haber algo más absurdo?
Yo sigo buscando ideas, pero me parece que no me llegan, o que yo no llego a ellas. No sé si se me escapan de entre las yemas de los dedos, o si en realidad estoy a años luz de ellas, y no sé si es eso lo más frustrante, porque si tuviera al menos una idea aproximada de por donde andan, podría hacerme una idea más realista de si puedo alcanzarlas… Sin embargo, ahora voy a ciegas.
Así voy, tanteando a mi alrededor, sin parar de escribir, no vaya a ser que en algún momento –y por pura casualidad, o causalidad- me tope con lo que espero, con aquello que me ponga en marcha.
Pero no aguanto más este desasosiego continuo, esta frustración, la impotencia de sentir que no valgo para lo que creí haber nacido. Es un proyecto vital truncado, y no sé cómo enfrentarme a él.

No hay comentarios: